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Respira.

Inhala y exhala.


Otra vez.


Una última.


La respiración es una de las funciones más básicas del ser humano, tanto que muchas veces ni siquiera lo pensamos, ni nos damos cuenta de que estamos respirando. De hecho, muchas veces es necesario que ocurra un cambio, un problema, para notar nuestro respirar. Después de correr, cuando reímos sin parar, cuando lloramos, al nadar, cuando tenemos hipo o gripa… en todas esas ocasiones el ritmo de nuestra respiración se modifica momentáneamente, y tras unas cuantas respiraciones lentas y voluntarias podemos volver a nuestro ritmo normal. Bueno hoy me gustaría que nos detuviéramos a pensar en qué consiste respirar, porque siendo algo tan normal y vital para nosotros creo que podemos descubrir un gran mensaje de nuestro Creador.


La respiración involucra dos pasos, inhalar y exhalar,

pues va a cumplir la función de intercambiar aire del interior y el exterior del cuerpo. Es un proceso sumamente importante, pues permite que las sustancias químicas estén en un nivel óptimo para que el cuerpo funcione adecuadamente y nosotros podamos seguir viviendo. Sin embargo, me he dado cuenta de que en lo personal siempre le había atribuido el valor de la respiración solo a la primera parte: inhalar. ¡Qué importante es inhalar! porque así es como entra oxígeno a nuestro cuerpo, y si has llevado biología en algún momento de tu vida escolar sabes que el oxígeno es una pieza clave para el correcto funcionamiento de nuestro metabolismo.


Por todo esto es que siempre lo vi como lo más importante, inhalar implicaba para mí introducir algo bueno a tu cuerpo, exhalar era solo “lo demás”, como el reflejo que tenía que pasar y ya. Y que equivocada estaba. ¿qué pasaría si solo inhaláramos? ¿qué haríamos con el CO2 que produce nuestro cuerpo y que no le es de provecho? ¿Te has dado cuenta que cuando inhalamos nuestro torso se extiende y cuando exhalamos se relaja? Bueno, si solo inhaláramos, ¿qué pasaría con nuestro torso? ¿con nuestro cuerpo? Sí, nos moriríamos. Si para ti todo esto es demasiado obvio y no entiendes a que va mi comentario aquí lo aclaro: Constantemente tratamos de llenar nuestra vida de cosas buenas, nuevos aprendizajes, muchas experiencias, libros, viajes, fiestas… pero ¿Cuándo nos damos el tiempo para soltar todo aquello que no nos es de provecho? ¿Cuánto tiempo le dedicamos a dejar ir sentimientos, pensamientos, cosas o personas que solo nos hacen mal?


Continuando con la metáfora, creo que vivimos en una sociedad que ama “inhalar”: nos encanta vivir cada momento al máximo, sentir y experimentar TODO. Nos creemos un barril sin fondo en lo que se refiere a los sentimientos y las relaciones, pero no es así. Necesitamos exhalar. El ser humano no es “de hule”, como dice mi mamá, siente y vive todo de manera integral, con su cuerpo y su alma, pues su naturaleza es así. Así que cada cosa que pasa en su vida lo toca y deja huella en él o ella. Pero ¿qué pasa? Algunas huellas se vuelven como semillas, que germinan en el alma de la persona y la llenan de luz y de vida; otras se convierten en hierba mala, heridas que echan raíz muy dentro de la persona, evitan su crecimiento y procuran la oscuridad. Lo que pasa es que muchas veces no podemos reconocer cómo será la huella hasta que ya está en nosotros, por lo que la solución no está solo en tratar de controlar lo que “inhalamos” si no en aprender a “exhalar”.


Respirar es involuntario, todos lo sabemos, pero decidir sobre nuestra vida espiritual no lo es.

Es trabajo de cada uno decidir rodearse de un ambiente que le permita llenarse de Dios, inhalar paz, generosidad, servicio… alimentarse de todo aquello que al entrar a nosotros deje la semilla del amor. Pero también es nuestra responsabilidad darnos el tiempo de dejar ir aquello que nos pesa, esas experiencias que, las hayamos escogido o no, nos tocaron de manera negativa. Y claro que duele, es de las cosas más difíciles abrir tu corazón para ver las heridas, pero no estás solo. Si alguien sabe de heridas es Jesús, y además de ser empático es misericordioso, que quiere decir que es capaz de mirar con amor las miserias de tu corazón, y al mirarlas con amor puede sanarlas y restaurarlas.


Pero Jesús no va a meterse a tu corazón como un ladrón, Él va a esperar que tú quieras abrirlo, que tu estés dispuesto a “exhalar” todas tus preocupaciones en la oración. Te invito a que lo hagas, te aseguro que Él se encargará de todo, a ti solo te toca respirar.

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