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Mirar la luna

Ayer, por primera vez en mucho tiempo, salí a ver el atardecer. Me senté a ver cómo el cielo poco a poco iba cambiando de tonalidades y algo captó mi atención: La luna. Brillaba como nunca. Mientras todo lo demás a mi alrededor se iba oscureciendo la luna se veía cada vez más brillante sin embargo, no tenía un brillo cegador, sino un hermoso brillo que la hacía destacar pero sin opacar al resto de la escena. Mientras admiraba todo esto comencé a pensar en María. Hoy sábado es día de María, y quiero compartirte esa hermosa cualidad de María: su luz de Dios.


María: Reflejo perfecto de La Luz

De todas las creaturas María fue llamada por Dios a ser la madre de su Hijo. María era una joven común, una mujer sencilla, y era precisamente esto lo que la hacía tan hermosa. Del mismo modo que la luna no sería nada para nosotros sin el Sol (la luz que vemos en la luna es realmente un reflejo de la luz del Sol), así también María reconocía que ella no era nadie sin Dios. Que ser de Él y solo de Él era lo que la hacía ser ella. En esta verdad estaba fundada su vida. Ella es junto a su Hijo Jesús, la imagen viva de la humildad, porque al ella saberse pequeñita y necesitada de Dios, era la vasija perfecta para llevar la Luz del mundo a los hombres.


María: Luz en la oscuridad

Otra comparación que me gusta mucho es cómo María, al igual que la luna en la oscuridad de la noche, nos sirve a nosotros para iluminar aquello que parece demasiado oscuro para atravesar. Todos hemos tenido momentos de tinieblas en nuestras vidas en donde nada parece salir bien, donde el sufrimiento es demasiado grande, donde no vemos la luz al final del túnel. Bueno, en esa noche oscura invita a María, ella sabe de momentos difíciles y del mismo modo que la luna ilumina cuando el Sol se esconde, así también María puede ser el medio que Dios use en tu vida para devolverte la luz que tanto anhelas. La luz que te permitirá ver con los ojos del Padre que tanto te ama.


María: Una mujer auténtica

Finalmente te invito a que vuelvas a leer el primer párrafo de este post y notes cómo, aunque la luna se veía hermosa, no era un brillo que opacaba a los demás elementos de la escena, si no que sólo agregaba su propia y única belleza. Del mismo modo María nunca ha sido, ni debe ser un modelo para imitar para ser como un copypaste a ella para ser santo. NO. María es justo el modelo de la autenticidad tan necesaria para servir a Dios y ser santo. El gran acto en su vida que la llevó a reflejar esa luz de Dios a los demás fue su sí, su sí a servirle a Dios de la manera única y particular que sólo ella podía hacer, pero que no por eso era mejor que los demás. Por eso la luz, la hermosura y la santidad de María no opacan a los demás, si no que nos motivan a seguir su ejemplo de valentía para que cada uno de nosotros descubramos nuestra propia forma de ser luz en el mundo.


Así que hoy te invito a que admires la luna y pienses en María. La naturaleza está ahí para ser valorada como un regalo de Dios, y qué mejor que este regalo nos recuerde a nuestra buena y santa Madre del cielo.


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