top of page

El servidor #3

En el Evangelio de hoy (Mt 25, 14-30), Jesús cuenta una parábola de un hombre y sus servidores, y como el hombre les confía a cada uno una parte de sus bienes para que los cuiden. A uno le dio 5 millones a otro 2 y a otro 1, y ojo: aclara que les repartió según la capacidad de cada uno (Mt 25, 15).


¿Qué es lo que pasa? Los tres servidores conocían a su Señor, sabían que si él les estaba confiando su dinero era porque confiaba en sus capacidades para multiplicarlo durante el tiempo que él se ausentara, para que cuando regresara hubiera frutos de sus inversiones. Dos de ellos así lo hacen, toman el dinero y con sus capacidades duplican los 5 y 2 millones cada uno. Sin embargo el tercero, al que se le había confiado 1 millón, tuvo miedo. Un miedo que lo paralizó y lo hizo enterrar ese dinero en un hoyo en la tierra para que no le pasara nada.


Ya había escuchado este Evangelio antes y estoy segura que tú también. Siempre me voy con la idea de como Dios es el hombre que presta sus bienes y que esos bienes son los dones o habilidades especiales que nos da a cada uno para compartir la Buena Nueva y construir el Reino. Y no digo que no sea cierto, estoy segura que eso es cierto, para nada vengo a darle una nueva interpretación al pasaje, NO, pero te comparto mi reflexión sobre uno de sus personajes.


¿Por qué el tercer servidor no trabajó con el millón que le había confiado su Señor si ya sabía lo que él esperaba?

Yo creo que le tenía más miedo al dolor y al fracaso que la confianza o el respeto que le tenía a su Señor.


Ponte en sus zapatos: un servidor no es dueño de nada, el dueño es el Señor y el servidor solo se encarga de obedecer y hacer todo cuanto el Señor ordene. Este servidor tenía bien claro eso, sabía que él no era nadie, eso era lo que el orden social le decía al menos, y él actuaba de acuerdo a ello.

Cuando su Señor anuncia que se va para volver después y que le va a dejar a su cuidado 1 millón, claro que el servidor #3 se asusta. Después de mucho tiempo de solo servir y obedecer, probablemente sin pensar o tomar muchas decisiones por sí mismo, ¿cómo iba a cuidar y duplicar aquellos bienes de su Señor?

¿Qué tal que al tratar de ponerlos en el banco había un robo y se quedaba sin nada? o ¿si se equivocaba al negociar y perdía una parte del dinero? ¿Qué pasaba si aún no estaba listo? ¿Qué tal si él no era suficientemente bueno para lograr lo que su Señor le había confiado?

Muchas cosas podían salir mal si él trataba de hacer lo que le pidieron, por lo que lo mejor que se le ocurrió fue guardar aquello que ya tenía seguro y esperar a que su Señor volviera, para devolverlo cuanto antes y quitarse la preocupación de encima.


Viéndolo de ese modo, ¿Qué tan diferentes somos tú y yo del servidor #3?

No se tú, pero yo sí me sentí bien identificada y te explico porqué:


Si bien es cierto que Dios es el único dueño de todo cuanto existe y es Él quien nos presta la vida misma, en muchas ocasiones este mensaje se tergiversa bastante cuando nos lo transmiten. Claro que Dios nos dice qué hacer y está dispuesto a guiarnos siempre en nuestro caminar, pero eso no significa que no seamos alguien, que no valgamos. Por más que el mundo diga que el católico solo es un borrego ignorante y masoquista que sigue reglas, tu y yo sabemos que no es así. Somos hijos de Dios, no solo servidores, es por eso que Dios nos hace libres de hacer lo que deseamos, no esclavos a su voluntad.

Sin embargo, muchos de nosotros no sabíamos esto y cuando Jesús nos dice que nos deja a nosotros (Iglesia) para construir el Reino de Dios aquí en la tierra, ¡pues claro que salimos corriendo! Nos cae el veinte de nuestra libertad y por tanto de nuestra responsabilidad de lo que decidimos hacer con nuestra vida.

Jesús nos deja el trabajo de su vida, la causa de su muerte y Resurrección, pone a nuestro cuidado todo aquello que ama y valora y nosotros temblamos de miedo. Nos atacan todas las inseguridades y temores. El mundo nos dice que es imposible eso que queremos hacer, y el demonio nos convence de que no somos suficiente ni suficientes.

Ante el posible fracaso mejor huimos de la responsabilidad y nos escondemos en la pasividad, pero a todo esto se nos ha olvidado lo más importante y lo que he recalcado desde el principio: El hombre repartió sus bienes conociendo las capacidades de sus servidores y después se marchó con esa confianza y seguridad que le daban.


Dios conoce tus capacidades, y con base en ellas te confía su bien más preciado: el prójimo que anhela ser amado.

No es cualquier cosa, sin duda es la tarea más importante que tendrás en toda tu vida, pero no eres incapaz, no eres poco, ni eres demasiado. Eres suficiente. Claro que asusta que el Rey de reyes te confíe aunque sea una partecita de lo más amado que tiene, pero ese Rey te conoce, sabe toda tu historia, tus altas y bajas y por todo eso confía en ti.

Así que el error del servidor #3 fue ese, no confió en que su Señor lo conocía, no le creyó. Dejó que el miedo superara el amor y la confianza. No hagas tú lo mismo con Dios. Porque por más dura que pueda ser la prueba o la tarea de construir el Reino, Jesús, con su sabiduría infinita solo nos dice: “No temas, solo confía.” (Mc 5, 36)


コメント


Haz lío con nosotros

¿Tienes dudas?

¿Tienes algún tema?

¿Quieres compartir tu testimonio?

¿Quieres compartir un punto de vista distinto?

y Contáctanos

Esperamos tu DM en Insta

o tu tweet en twitter 

o tu privado en tiktok

o inbox en facebook 

o tu mail en el correo. 

  • Spotify
  • Instagram
  • Twitter
  • TikTok
  • Facebook

© 2020 by Hagamos Lío ®

hl-negro (2).png
bottom of page