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Estaciones del Alma

Updated: Nov 5, 2020

Con todo esto de la pandemia, nuestra vida espiritual ha estado llena de altos y bajos. Hay días, o incluso semanas, en donde andamos con todo y sentimos que nada puede contra nosotros. En cambio también hay otros en donde ni ganas tenemos de levantarnos. La pandemia, nos quitó la mayoría de las cosas que utilizábamos para recargar nuestra fuerzas. Nos quitó las misas, las horas santas, los grupos, todo prácticamente y tuvimos que aprender a luchar sin armas en una guerra que nos tomo desprevenidos. Tuvimos que encontrar nuevas formas de alimentar y mantener nuestra vida espiritual, pero aun así sigue llena de altas y bajas. 

Platicando con mi mamá un día, me contaba de un reflexión sobre las "estaciones del alma" de la Beata Conchita Cabrera y me llamó demasiado la atención y les quiero compartir un poco de eso. 

Así como las estaciones pasan durante el año, nuestra alma también tiene estaciones. Así como las estaciones siguen un ciclo, nuestra alma también. Vamos a empezar con invierno, porque al menos, aquí en México, en esa estación empezamos el año. 

Invierno, los días más fríos del año, en donde las noches son largas y los días cortos. Son días en los que tenemos que abrigarnos mucho para no congelarnos, y que incluso hay días en que hasta la chaqueta mas gruesa no es suficiente. En nuestra alma, el inverno son esos días en donde nos sentimos fríos y parece que por mas que buscamos, no logramos encontrar el calor de Dios. Es esta estación, las noches parecen eternas, la oscuridad que sentimos que nos rodea también.

Pero hay un ventaja entre todo esto, para nosotros el invierno significa Navidad, el nacimiento del hijo de Dios. Este suceso, no tiene porque necesariamente solo ser el 25 de diciembre. El nacimiento del hijo de Dios en nuestras almas puede suceder en cualquier momento, y cuando por fin llega esta bendición a nuestras vidas, pasamos a la primavera. 

Primavera, esa estación en donde las flores vuelven a nacer, en donde el calor empieza a empujar el frío afuera, y el clima está increíble. Los negros de la ropa que usamos en invierno empieza a salir para darle paso a ropa un poco más colorida. Nuestra alma se empieza a sentir más colorida también. Empezamos a deshacernos de todo lo que nos inundó en invierno para darle lugar a cosas nuevas, a una vida nueva que solo logramos en Cristo. Una vida nueva que nos abre paso al verano. 

Verano, esa estación en donde el calor lo quema todo. Todo parecer arder, y por mas que te quites la ropa, el calor sigue ahí. Un calor que nos envuelve, que está presente todo el día y toda la noche. El verano es esa estación en donde nuestra alma arde con el calor de Espíritu y sentimos que no hay nada que lo pueda extinguir, al contrario que lo único que queda es quemarnos más y más. 

Pero todavía nos queda el otoño. A veces las situaciones en la vida, como la pandemia, logran empezar a extinguir nuestro fuego. Nuestras hojas se empiezan a caer, todo empieza a dejar de verse color verde y  pasa a ser de una tonalidad café. Pero el otoño tiene una ventaja, y es que sigue el inverno. Ese invierno que acompaña la navidad, y con ella, el nacimiento del hijo de Dios. El Señor deja que esto vuelva a suceder en nuestras almas, porque jamás nos abandona y nos da ánimos al saber que pronto volverá el verano. 

No importa en qué estación estemos en este momento. Yo no se en qué estación se encuentra tu alma en este momento, pero lo que si te puedo decir es, tranquilo, ya pasará, porque adivina que, el invierno es la estación más corta del año, y el verano la más larga. Ánimos, que esto pronto de acabará. 

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