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El cuarto cerrado

Respira profundamente, entra en presencia de Dios y calma tú agitada mente y corazón.


Imagina una casa, tú casa, y a ti sentado en un sofá en la sala en mitad de la tarde, de repente se escucha que llaman a la puerta, ¿Quién podría estar buscándote? Abres y encuentras a un hombre alto, delgado, con cabello largo y de mirada profunda.


"¿Puedo ayudarlo?" Preguntas.

El hombre contesta "Vaya, ¿En verdad no me reconoces? ¿Cuánto llevas sin abrirme la puerta? Soy yo, Jesús".


Por un momento no entiendes y piensas, ¿Jesús? Y caes en la cuenta de quién es. Avergonzado te disculpas y lo dejas entrar, y al subir por las escaleras del porche una se rompe y se tropieza.

"Perdón, llevan rotas ya tiempo y no esperaba visitas, necesito arreglarlas".

Jesús te sonríe despreocupado y entra a tu casa.

"Veo que te hace falta una pequeña remodelación". Dice Jesús. Y en efecto ves la entrada y hay un mueble con un espejo roto, los focos parpadean y la alfombra está llena de polvo.

"Perdón Jesús, ven mejor vamos a la cocina".


Caminan juntos y cruzan una puerta que apenas se mantiene en su marco y entran en la cocina, una rata salta del lavabo tumbando un plato con comida a medio enjuagar. Apenado le ofreces agua a Jesús, pero lo único que encuentras entre tus gavetas caídas y empolvadas es un vaso de vidrio mal lavado, con suciedad dentro. Lo tomas y al abrir la llave del lavabo para lavarlo y servirle agua esta se rompe y comienza una fuga enorme. En pánico intentas cerrar la llave mientras Jesús solo te mira, con una ligera sonrisa en sus labios.

"Lo lamento, creo que necesito un albañil, ven podemos ir a la sala".


Entran en la sala y le ofreces asiento a tu visitante, Jesús se sienta en un sofá individual, y al dejarse caer los resortes se vencen y el respaldo se quiebra, y Jesús cae de espaldas al suelo. Preocupado te diriges a ayudarlo a incorporarse, y sacudiéndose el polvo de encima se disculpa por romper tú sofá. Lo miras apenado y vas por el control de la tele, nada que una buena película en Netflix no arregle; al intentar prenderla la pantalla se queda estática y no sintoniza ningún canal, mucho menos se conecta al internet.

"Vaya" dice Jesús "creo que no tendremos película hoy".

Por un momento entras en pánico "¿Qué hago? ¿A dónde lo llevo?" Y antes de pensar en algo Jesús te pregunta

"¿Tienes un baño que pueda usar?"

"Claro que sí, sígueme".


Caminan juntos y suben las escaleras, el barandal roto y astillado estorba el camino y los escalones tienen la madera medio podrida y agrietada. La luz del segundo piso parpadea fríamente iluminando un pasillo con cajas amontonadas, con cinta, escobas y trapos, cómo si alguien hubiera estado moviendo cosas de lugar. Guías a Jesús hasta un baño, abres la puerta con un rechinido y con un hilo que cuelga de un foco en el techo iluminas el cuarto. Ambos se asoman y Jesús un poco pensativo entra. Al acabar te grita

"¡Oye, no hay agua! La cerraste cuando se rompió tú lavabo".

Con toda la vergüenza del mundo corres a abrirla nuevamente y escuchas las tuberías del baño sonar, soportando por poco la presión del agua al pasar. Escuchas el lavabo y Jesús sale a empujones con la puerta medio atorada.

"Muchas gracias" te dice sonriendo.


Al caminar de regreso por el pasillo Jesús ve una puerta que está al final y pregunta

"¿Qué hay ahí?"

Observas el oscuro pasillo y ves una puerta de madera, sólida, segura, y un poco incómodo contestas.

"Solo cosas de limpieza y cajas con cosas viejas".

Jesús camina y se acerca y vas detrás de él insistiendo.

"De verdad Jesús, no hay nada ahí". Pero el sigue caminando. Ambos llegan al pie de la puerta.

"¿Podemos entrar?" Pregunta Jesús.

"Cl-cl-claro" dices con una voz temblorosa. Intentas abrir la puerta, pero está cerrada, intentas más fuerte, pero en vano.

"Qué raro" contestas "no recuerdo haber cerrado está puerta".

Jesús te mira y de un bolsillo saca una llave.

"Podemos intentar con esto".


Desconcertado accedes, metes la llave en la cerradura y se siente como el seguro cede y girando el picaporte abren la puerta. Está se desliza gentilmente por el suelo y al abrirla la habitación es iluminado por una ventana mal cerrada justo en la pared contralateral a la puerta. Entran ambos y buscas el interruptor de la luz, mueves algunas bolsas negras y cajas hasta encontrarlo. Al prender el foco la habitación se ilumina completamente, está repleta de cajas hasta el techo, bolsas, vasija, vajillas, juguetes, un sofá viejo y muchas cosas más.

"Ves, solo hay cosas viejas" le dices un poco nervioso y temblando.

Jesús avanza entre las cosas tiradas y mueve unas cajas amontonadas.

"¿Sabes cuánto lleva esto así?" Pregunta mientras señala una cama enterrada bajo la montaña de cajas y bolsas.


"La verdad no recuerdo, llevo bastante sin entrar a este cuarto, sigo sin entender quién lo cerró". Replicas, mientras volteas a ver a Jesús a los ojos y lo ves con lágrimas brotando mientras te enseña la llave, y entonces lo entiendes. Ese cuarto sucio, abandonado y cerrado con llave es el cuarto de Jesús, es su habitación en tu descuidada casa. Al comprender lo sucedido tus pies se vencen, caes de rodillas al suelo y de un momento a otro tus lágrimas comienzan a caer de tus ojos, escurren por tu rostro y gotean en tus piernas y el suelo. De pronto sientes un brazo pasar por tu hombro y tu espalda, sientes un calor y te das cuenta de que Jesús se hincó junto a ti y te está abrazando. Rompes en un grito de llanto, y le regresas el abrazo mientras Jesús, casi en un susurro te dice al oído.

"Por un momento creí que ya no me dejarías entrar en tu casa, llevo mucho tiempo tocando a la puerta. A veces pensaba volver más tarde, pero siempre me quedaba día y noche en el pórtico esperando que me abrieras, perdona si te molestaba cada vez que tocaba, pero yo en verdad anhelaba volver a entrar en tu hogar".


Te pones de pie y mirándolo a los ojos le contestas.

"Perdón por tenerte afuera esperando tanto tiempo, la verdad es que a veces no escuchaba el timbre, y otras ocasiones solo lo dejaba pasar, en verdad lo siento Jesús, no sé cómo dejé que todo esto sucediera".

Jesús te toma de los hombros y con una sonrisa en rostro te dice.

"No llores más hijo mío, ya estoy aquí, ahora vamos a trabajar, que hay muchas cosas que arreglar en tu casa para poder convertirla en nuestro hogar".

 
 
 

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