Corazones imperfectos para Personas Perfectas
- Jessica Bermeo

- Nov 5, 2020
- 3 min read
A medida que pasan los años, y si así lo decidimos en algún punto de nuestra vida, vamos creciendo nuestra relación personal con el Señor. Si has estado en grupos, retiros, etc. sabrás que algunos de nuestros hermanos nos recuerdan seguido en los apostolados, que Dios siempre nos va a exigir cada vez un poquito más.
Hay veces que esas exigencias no nos van a costar mucho, y con gusto podremos dejar de lado algunas de nuestras comodidades; pero otras veces, el Señor nos va a pedir que dejemos algo que nos puede pesar un poco más, y quizá en una de esas simplemente decidimos no entregar nada (lo cuál también es válido, por algo tenemos libertad). Independientemente de esas cosas tan específicas y diferentes para cada uno que nos va pidiendo Dios en el camino, hay algo que eventualmente va a pedir a cada uno de sus hijos muy amados: su corazón.
Mientras iba reflexionando y meditando las palabras de tantos de mis hermanos en Cristo, homilías, lecturas espirituales, e incluso la misma Palabra; siempre venía a mi imaginación ese momento donde yo cargaba sobre mis manos un corazón hermoso y perfecto, y con una sonrisa en mi rostro lo ponía sobre las manos de Jesús, después Él lo recibía con mucho Amor y ternura en su mirada. Una escena perfecta.
Pero en este mismo pensamiento había algo que me detenía a una entrega total y real. Más allá de lo que pudiera imaginar, yo veía mi corazón dañado y herido por el pecado y me preguntaba ¿cómo ofrecerle al Señor un corazón tan sucio como el mío? Como yo lo entendía, era preferible buscar primero la reconciliación y entonces, hasta después de haber recibido la misericordia de Dios, acercarme nuevamente a Él con el corazón en las manos. Ahora sí, dispuesta a revivir esa escena una y otra vez, puesto que cada vez que pecaba buscaba repetir este proceso.
Fue una gran sorpresa la que me llevé cuando en mi oración el Señor insistía en que le entregara mi corazón. No sólo cuando estaba en gracia y amistad con Él, sino incluso y sobre todo, cuando caía en la tentación, cuando me encontraba sin fuerzas, cuando me sentía más derrotada. Sin importar el estado en el que yo me encontrara, Él siempre iba a seguir pidiéndolo.
Fue entonces cuando entendí. Dios quiere un corazón que arda por Él, sí, pero no sólo eso. Dios quiere un corazón débil y un corazón fuerte. Quiere un corazón que arde y un corazón que quema. Un corazón que pesa, un corazón que ha lastimado y un corazón que ha consolado. Un corazón que sueña, un corazón que espera. Un corazón que tiembla y un corazón firme como roca. Dios no espera un corazón perfecto, espera tu corazón, así como está, y es lo único que le importa, que tú lo ames tanto como puedas.
El Padre quiere nuestro corazón manso, pero no espera que se lo entreguemos así, más bien, Él quiere hacer nuestro corazón manso. No espera que lo tengamos todo en nuestra vida resuelto para entonces poder adorarlo junto con los ángeles y santos. Espera que le amemos así como sabemos hacerlo hasta el momento, y ya en el camino Él nos irá ayudando a perfeccionar nuestro amor.
Tener mi corazón en mis manos difícilmente le hará algún bien a alguien, pero en las manos de Jesús, hará maravillas.
.png)

Comments